Desde el nacimiento de la televisión hasta ahora han pasado muchas cosas. En un primer momento poseer una televisión en casa era casi un lujo solo al alcance de las clases sociales más altas. Poco a poco los aparatos de televisión fueron entrando en los hogares y se convirtieron en un “electrodoméstico” casi esencial por todo lo que nos podía ofrecer (noticias, películas, deportes, programas infantiles…).
Con el paso del tiempo llegó la modalidad la televisión de pago (en Estados Unidos la famosa televisión por cable) donde empresas te ofrecían una programación más premium a cambio del pago de una cuota mensual. Podías ver partidos de fútbol o películas que en la televisión generalista no era posible.
Pero la irrupción de la fibra óptica y la tecnología 4G democratizó el acceso a Internet a través de los dispositivos móviles, y esto lo cambió todo. El usuario tenía la posibilidad de ver la televisión a través del aparato de su salón, de su tablet o, lo mejor de todo, desde su móvil. Esto dio lugar a la posibilidad de ofrecer a los usuarios el acceso a películas o programas en directo como antes no se había hecho.
Esto ha provocado que las principales compañías de cine y televisión se tuvieran que poner las pilas lanzando sus propios servicios de streaming para no perder cuota de mercado. Para conseguir clientes ofrecieron sus servicios por precios muy bajos haciendo muy complicado la amortización de los gastos. De hecho, uno de los problemas con los que se están encontrando es que los costes para adquirir suscriptores son altos y los costes para volver a adquirir suscriptores que se han ido pueden ser mayores.
Falta calidad y experiencia de usuario mejorable.
Según Statista se calcula que en el mundo hay más de 1.100 millones de usuarios de plataformas de streaming encabezando el ranking por número de suscriptores Netflix, Amazon Prime Video y Disney+. Y el número sigue aumentando año tras año.
Deloitte ha presentado su informe Digital Media Trends centrado en los consumidores estadounidenses, pero que bien se podría extrapolar a los usuarios de streaming de otras partes del mundo. En el informe podemos ver como durante el año 2023 los hogares de los Estados Unidos incrementaron su gasto en suscripciones a plataformas de streaming, pero como esto podría estar llegando a su fin.
El precio medio que están pagando los estadounidenses por los servicios de streaming es de 61 dólares al mes, sin embargo el
36% de los encuestados indicaron que los contenidos no están al nivel del precio que están abonando.
Esto podría indicar que el aumento de la cuota de las suscripciones pueden estar acercándose a su punto máximo, ya que el 48% de los usuarios indicaron que cancelarían su servicio si los precios mensuales subieran.
Otro punto que afecta a la experiencia de cliente se refiere a la facilidad que tiene el usuario a la hora de buscar contenidos en estas plataformas, de tal forma que
el 50% de los encuestados indicaron que dedicarían más tiempo de uso si fuera más fácil encontrar lo que buscan.
El tema de la
inclusión de la publicidad para tratar de abaratar los precios de las suscripciones para determinados usuarios parece una solución sencilla para mantener a los clientes con precios más bajos y compensar la diferencia con la publicidad, pero aquí se plantea otro problema y es el hecho de que el cliente de una plataforma de streaming
no se siente atraído por los tipos de publicidad comercial típicos de la televisión, especialmente las generaciones más jóvenes: el 18% de los encuestados menores de 41 años dice que los anuncios de las plataformas de streaming influyen en sus decisiones de compra, en comparación con
el 54% que dice que los anuncios en las redes sociales son las que más influyen en su decisión de compra.
Viendo estos y otros datos del informe de
Deloitte
da la sensación de que los proveedores de streaming tienen por delante un importante reto centrado en mejorar la calidad de los contenidos y la experiencia de los usuarios.
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