En no pocas ocasiones hemos oído a nuestros familiares más mayores decir eso de “antes las cosas duraban más” y es qué de un tiempo a esta parte, sobre todo con el boom de la era tecnológica y digital, muchas veces tenemos la sensación de que los productos que adquirimos parece que son menos duraderos que antes y que tienen que ser reemplazados con más frecuencia al no compensar por su precio llevarlos a reparar. Por ejemplo, no es raro ver gente que decide cambiar de móvil cuando este se le estropea “porque la reparación no le compensa y para eso se compra uno nuevo”. Pero ¿realmente es así o simplemente se trata de una excusa para comprarnos el último modelo de móvil?
¿Qué es la obsolescencia programada?
El concepto de obsolescencia programada lo podríamos definir como el tiempo de vida útil que una marca le da a un producto de tal manera que, cuando pasa dicho periodo de tiempo, el producto se vuelve obsoleto o directamente se estropea alguno de sus componentes.
Y aunque podamos pensar que la obsolescencia es algo relativamente novedoso y que solamente se viene produciendo de un tiempo a esta parte en realidad no es así. Ya en el siglo XX se empezaron a aparecer los primeros ejemplos de esta práctica con los fabricantes de bombillas que en una convención de Ginebra decidieron que la duración de las bombillas tenía que pasar de las 1.500 o 2.000 horas que solían durar a solamente 1.000. Esto es un claro ejemplo de obsolescencia programada.
Pero existen otros tipos de obsolescencia que todos conocemos y que se da mucho entre los fabricantes tecnológicos (móviles, ordenadores, etc.):
obsolescencia de función, este tipo de obsolescencia se da cuando sale a la venta un producto más avanzado y cada vez resulta más complejo actualizar el que tenemos actualmente, y
obsolescencia de deseo, ocurre cuando sale a la venta un producto más avanzado y el consumidor cambia al mismo por un tema de modas o por el deseo de tener el producto más novedoso.
Derecho a reparar y a saber el tiempo de duración
La obsolescencia programada supone un gran impacto en los consumidores que tienen que hacer un esfuerzo económico para reparar el producto estropeado o bien sustituirlo cuando el mismo ya no se puede usar con las mismas garantías y funciones que tenía cuando se compró nuevo. Igualmente, el medio ambiente también se ve afectado cuando se entra un rol de comprar, usar y tirar y volver a comprar que genera residuos y procesos de reciclaje que pueden afectar a la naturaleza.
En este sentido, la Unión Europea ha decidido ir hacia un mercado más sostenible donde pretende obligar a los fabricantes a mostrar claramente en el etiquetado del producto cual es el índice de reparación de un dispositivo y también mostrar una etiqueta con su durabilidad (algo similar a la fecha de caducidad de los alimentos)
La idea final es que un producto pueda ser reparado de forma sencilla y barata para que pueda seguir funcionando o que se puedan seguir adquiriendo componentes del mismo para seguir siendo utilizado, y que el consumidor tenga una idea clara del tiempo durante el cual podrá usar un producto en condiciones óptimas.
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